Las migraciones de retorno por la pandemia y el hukou chino
Las historias de migración de retorno está siendo una generalidad en estos últimos meses. Viene ocurriendo de países ricos a países pobres, como de grandes ciudades modernas y cosmopolitas a ciudades intermedias o pueblos rurales. Ocurre tanto en Europa, Asia como América Latina. La pandemia está sacando a la luz las fragilidades de un sistema político y económico poco provisto de planes de contingencia para un proceso que trae consigo serios riesgos sociales y económicos en las familias trabajadoras del mundo entero.
Un caso directo, por ejemplo ocurrió en Perú, a inicios de la pandemia. Miles de trabajadores retornaron de Lima a las provincias y pueblos del interior del país. Caminaron por la carretera. “Nos va a matar el hambre antes que el virus”, exclamaba de manera angustiosa una mujer joven, de rostro cansado, que llevaba en brazos a su hija de pocos meses. Esto se retrataba en las noticias de fines de abril de este año en un diario peruano. En otros puntos de esa misma carretera, y en otras carreteras, que van para el sur y el norte del país, ocurría lo mismo. «Otros miles viven el mismo drama. Abandonan la capital para regresar a sus pueblos. En Lima, la ciudad de la que escapan con desesperación, se concentra la mayor parte de casos de coronavirus en el país, pero ellos no huyen del virus. Huyen del hambre. Es el éxodo de los olvidados, los excluidos, los pobres extremos, en plena cuarentena por el coronavirus». Migración de retorno sin política pública prevista.
Sin embargo, este fenómeno también se ha dado de países ricos a países pobres y viceversa. El proceso de migración de retorno ha desafiado a los gobiernos a diseñar estrategias de emergencia para asistir a sus conciudadanos a resolver la crisis humanitaria que se ha generado. Aun sigue, pero ya es poco intensa. Lo vemos por ejemplo en China que a través de su política de expansión y crecimiento interno a partir de su ingreso a la OMC, promovió el éxodo más importante de su historia.
Aquí sufrió un serio impacto su sistema interno de control de migraciones, relacionado al sistema hukou, que es una especie de pasaporte interno o permiso de residencia. El crecimiento económico chino ha permitido que millones de migrantes de ciudades rurales chinas trabajen en las grandes metrópolis. Pero esto no puede ser de forma permanente. Deben retornar a sus hogares naturales. Solo están de paso. La pandemia lo ha reactivado con preocupación.
«Chen jun tuvo un buen trabajo en Shanghai fabricando anteojos. El año pasado se rindió y regresó a su aldea natal en Anhui, una provincia del interior. Sacó una palangana, la llenó de agua y la llenó de cangrejos de río. No fue para el trabajo (hay menos dinero en el cultivo de cangrejos de río que en la fabricación de lentes) sino para su familia. El Sr. Chen no podía permitirse el lujo de llevar a sus hijos a la ciudad, por lo que los había dejado en casa para que sus padres los criaran. Pero sus padres estaban envejeciendo y sus hijos necesitaban atención. “No podía seguir así”, dice, todavía vistiendo su chaqueta azul de fábrica de Shanghai», relata un periodista en The Economist cuando narra las ocurrencias a partir de esta política migratoria dentro de China que ha movilizado a millones de los campos a las ciudades.
Refiere la revista inglesa que la historia del señor Chen es fatigosamente familiar. Millones de migrantes rurales chinos trabajan en las ciudades durante años, a menudo separados de sus familias, antes de regresar a sus hogares en el campo. Esta circulación infeliz es el resultado del sistema hukou , un registro de hogares que evita que la mayoría de los migrantes se trasladen a las ciudades de forma permanente. Debido a que no tenía un hukou de Shanghai , Chen no pudo llevar a sus hijos a una escuela estatal local. No pudo obtener un subsidio de vivienda ni cobrar un seguro de desempleo. Solo estaba de paso.
Para hacer un poco de historia, al respecto, desde mediados de los años 2000 el Partido Comunista Chino ha anunciado y tratado de implementar reformas en el sistema de registro censal de los individuos u hogares, comúnmente conocido como hukou. En virtud de este sistema, el cual comenzó a implantarse en 1958, cada ciudadano (u hogar) es clasificado de acuerdo con su lugar de origen –determinado por nacimiento– y se le asigna un hukou urbano o rural.
En la práctica, el hukou opera como un pasaporte interno o permiso de residencia al que se ligan tanto el lugar de residencia como la provisión de servicios sociales. De este modo, los hogares chinos únicamente tienen acceso a los beneficios sociales (derechos laborales, educación, atención médica, pensiones o seguridad social) en su lugar de origen y en relación con su régimen de hukou, lo que permite al Gobierno ejercer un control centralizado de la migración interna y del acceso y distribución del gasto público.
Luego del fuerte crecimiento económico experimentado por China los últimos 20 años, requirió mucha mano de obra que a su vez impulsó un un éxodo masivo de trabajadores rurales hacia las grandes ciudades. Esta política ha provocado, según información oficial del gobierno chino a través de su Oficina Nacional de Estadística que más de 160 millones de trabajadores hayan emigrado de las zonas rurales a las urbanas y más de 260 millones de ciudadanos chinos que viven en áreas que no se corresponden con su tarjeta de registro o hukou. Eso supone que el 16% de la población china está formada por emigrantes o desplazados dentro del propio país, lo que constituye el fenómeno de migración interna más relevante de la historia moderna.
A pesar de la importancia de este fenómeno migratorio, apenas existe evidencia empírica de las consecuencias económicas, sociales o de salud pública que implica esta política del hukou. Ciertamente la falta de transparencia y acceso a datos confiables, debido a los filtros y restricciones de acceso chinos, se complica una mayor precisión. ¿Qué está pensando china en estos momentos?
Nos preguntamos si se puede cambiar de hukou. Sí es posible, pero implica muchas complicaciones. Cada ciudad establece sus propios requisitos. Las regiones más prósperas, las cuales están mejor equipadas con servicios públicos de calidad como escuelas modernas y hospitales seguros; y donde existen más emigrantes, son en general más estrictas. Pekín, por ejemplo, sólo otorga el hukou local a los funcionarios del Gobierno, a los empresarios que inviertan un millón de euros en la ciudad o aquellos que se casen con un lugareño. Lo cierto es que la pandemia ha reactivado esta discusión en China y en todo el planeta se advierte que algo más estructural de debe hacer para proteger crecimiento y bienestar