El Liderazgo ejemplar de Barcelona

Por: Miguel Castañeda Loayza

Cuando leíamos a Covey en sus “7 Hábitos de la Gente Altamente Efectiva”, allá por 1990, uno de los aspectos que nos ayudó a centrarnos en los problemas, de manera focalizada, fue la especificación de los círculos de preocupación y los círculos de influencia. Graficó claramente que los problemas y oportunidades del día a día pueden estar en manos de otras personas o actores institucionales, que muchas veces nosotros no podemos controlar. Pero también nos advirtió que existen algunos asuntos que están bajo nuestro control y que cuando actuamos sobre ellos, podríamos ir ampliando nuestro circulo de influencia hasta llegar a impactar en los círculos de preocupación. El mensaje era claro, actúa sobre lo que controlas y no te quedes solo en la contemplación y reclamo de lo que te preocupa.

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Los asuntos del calentamiento global y cambio climático están probadamente ubicados en la mayoría de los círculos de preocupación de ciudadanos e instituciones locales de la mayor parte del mundo. No tenemos influencia directa, salvo en el reclamo y la denuncia. Están bajo la influencia y el control directo de solo 5 países y alrededor de 20 compañías transnacionales que representan el 60% y 35% de la producción de gases de efecto invernadero, respectivamente. Todas ellos (países) y ellas (empresas), claramente identificadas. Sin embargo, ni los clamores globales, ni las grandes movilizaciones apoyadas por importantes activistas, ni las afirmaciones científicas de las organizaciones ambientales, ni incluso aquellas multilaterales (que dicen estar actuando con celeridad) han podido hacer que quienes tienen el control del problema en sus manos, tomen una acción más decidida y rápida. Los resultados de la COP 25 en Madrid lo muestran con elocuencia.

 Barcelona otra vez

La administración local de Barcelona no ha necesitado refugiarse en el discurso de la responsabilidad de los otros. Lanza su grito de denuncia, haciéndose presente, y ha tomado la batuta del liderazgo urbano europeo. Ha empezado una gesta en todos aquellos aspectos que tiene bajo control, para ir ampliando su círculo de influencia. Está siendo proactiva y dinamizadora ante la crisis climática.

La Declaración de Emergencia Climática de Barcelona es una llamada de atención, a través de la acción política concreta. Se verán sus resultados dentro de poco, cuando se empiece a controlar sus indicadores planteados y, muchas otras administraciones y empresas locales, empiecen a asumir tales comportamientos corporativos en su desempeño diario. No es una declaración filosófica ni una aventurada exclamación de indignación pública. Son 7 cambios de modelo y dos ajustes operativos.

Plantean cambiar la manera como se aborda y gestiona los asuntos urbanos, los aspectos de movilidad e infraestructura, el consumo energético, el tema económico, el consumo y los residuos, la gestión de la comida; así como el modelo cultural y educativo. El cuidado de la salud, el bienestar y calidad ambiental; de la misma manera que la gestión de los recursos hídricos lo están planteando como ajustes operativos. Una revolución hacia dentro de sus propios procesos administrativos.

Los primeros pasos: el plan climático

Esto ya viene de algunos años atrás, con decididas acciones. El 26 de octubre de 2018, el Ayuntamiento aprobó el Plan Climático Barcelona que corre del 2018 al 2030 para la estrategia climática de la ciudad. En dicho plan se estableció un paquete de más de 240 medidas para lograr el objetivo de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en un 45% para 2030, en comparación con 2005, y lograra así la neutralidad de carbono para 2050. A partir de allí obtener otros objetivos de adaptación y resiliencia, justicia climática y acción ciudadana para 2030.

En su momento el planteamiento siempre estuvo centrado en las personas, porque el cambio climático afecta directamente la salud y la calidad de vida de las personas, de los ciudadanos. Para ello se busca transformar integralmente la ciudad con la finalidad de enfrentar los riesgos y convertirlos en oportunidades, acelerando la eficiencia, la renovación y la introducción de energías renovables en todos sus procesos ciudadanos. Pero nada lo hace sola. Necesita de la acción colectiva y compromiso de sus ciudadanos. Del acuerdo mutuo a la acción colectiva con responsabilidad de todos.

Las Llamadas

No me llama la atención la llamada a la acción de Barcelona. Venía cocinándose positivamente. Me intriga lo que viene de aquí para adelante en el resto de Cataluña, las Comunidades Autónomas, el gobierno central y Europa en general. Lo gritan con claridad en su manifiesto: “Los gobiernos y los organismos gubernamentales deben establecer medidas efectivas dentro de sus poderes con coraje y responsabilidad. El Ayuntamiento está tomando sus propias medidas, pero otros organismos gubernamentales también deben asumir sus propias responsabilidades. El puerto y el aeropuerto son responsables del 12.86% de las emisiones de CO2 asignadas a la ciudad, así como de una huella de carbono mucho mayor que la atribuible a la ciudad. Por lo tanto, juegan un papel muy importante para detener los efectos que ya estamos experimentando. Esto también es cierto para el Gobierno de Cataluña, que debe hacer cumplir la Ley Catalana de Cambio Climático, y para el Gobierno español, que debe dejar de subsidiar los combustibles fósiles y comenzar a promover seriamente el movimiento hacia las energías renovables, entre otras acciones urgentes”.

 No está sola

Hace algunos días leía en un diario londinense los resultados de una encuesta que habrían puesto a pensar, de forma más activa al gobierno británico, con Boris Johnson a la cabeza. Las presiones reclaman un paso mayor frente a la acción climática. La prestigiosa firma de investigación británica, BMG Research, a través de una encuesta a una muestra de 1,500 británicos, entre el 8 y 10 de enero, ha recogida una seria llamada de atención para una acción más rápida. Hay niveles de preocupación pública sin precedentes en Gran Bretaña que podría ir ejerciendo algún cambio de timón o aceleración en el proceso de política pública frente al carbono neto cero.

70% de los entrevistados apoyan que se llegue a 2030 con carbono neto cero. Solo el 7% de los entrevistados se oponen. Jóvenes entre 18 a 24 años, pasan la valla general y son el 78% a favor de esta medida. Las mujeres también están encima: son el 73% de mujeres que exigen esta mayor aceleración. Así es. Los clamores, de la misma manera que algunos países nórdicos ya lo vienen haciendo, es que se llegue al 2030 con carbono neto cero. ¿Es posible? Recuérdese que Sian Berry, candidata a la alcaldía londinense por el Partido Verde ya lo tiene en su plan de gobierno. Veremos que pasa los próximos meses.

El mensaje que se deja

Las recetas y alternativas tecnológicas a un cambio de modelo socio productivo ya están probadas y son altamente eficientes. Las energías renovables apoyadas en la transformación digital y bajo un modelo de economía circular son la gran opción. El mensaje está claro. Centrémonos, entonces, donde tenemos el control para activar acciones alrededor de ello. Barcelona lo está haciendo. Esta es una estrategia tan eficaz como las acciones públicas ejemplares de activistas y comprometidos por cambiar este modelo socioeconómico. La preocupación es genuina y la indignación es entendida colectivamente, pero sino actuamos claramente, con acciones ejemplares concretas, no tendremos mucha autoridad en reclamar acciones de otros.

Los grandes intereses económicos y algunos políticos vinculados a estos intereses saben que el nuevo modelo los va a impactar. Lo están dilatando hasta más no poder. Es por ello la resistencia a acelerar el paso. Ciertamente no se debe dejar de visualizar los riesgos económicos y laborales asociados a una alteración productiva sin una planificación detallada. Hay que ser cuidadoso y cautos en este cambio de modelo. Sin embargo, también existen riesgos muy altos a una omisión en la acción rápida.

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